viernes, 14 de junio de 2013

La humilde cuchara

Cuchara de alabastro para ungüentos. Dinastía XVIII, periodo Amenothep III, 1390-1392 aC
El agua se deslizaba entre sus dedos. El primate no era como los demás animales, que aplicaban los labios, belfos, lenguas y hocicos en los ríos y arroyos, sus extremidades eran más funcionales. Él extendía la mano, recogía el líquido y lo llevaba a la boca, pero el agua se perdía, resbalando, escurriéndose en hilillos, se escapaba por más que tratara de atraparla. El primate comenzó a utilizar conchas y cáscaras de frutos y pronto, con sus manos rudas, creó una prolongación de su brazo. Esa mano, con la que escribiría libros, pintaría cuadros y mataría a su enemigo, construyó uno de los utensilios más antiguos y amables de la cadena evolutiva. No un cuchillo que corta o mata, o un tenedor que captura y desgarra, sino una pacífica cuchara que recoge, transporta, rescata y reconforta.
Gorila bebiendo
Se han encontrado cucharas en excavaciones hechas en Asia que datan del Paleolítico, hace unos 20.000 años. Llegaron la madera, el hueso o el asta; el Neolítico trajo el fuego y con él la cerámica y las cucharas de barro. Las cucharas eran buenas, generosas. Servían  para cocinar, comer, servir, tomar agua, comida caliente, trasvasar líquidos y semilíquidos, y recoger y medir granos o semillas. El homínido aprendió a cocinar cereales y a hacer gachas, sopas o purés de harina que se secaban al sol y se convertían en pan, revolviendo la mezcla con su cuchara servicial. Llegaron las edades del hombre y se hicieron fuertes con el cobre, con el bronce y con el hierro.
Unos tres mil años antes de Cristo, en el rico eje Mesopotamia - Siria - Egipto, hubo cucharas magníficas, con mangos tallados y adornos de fantasía de muchas formas y modelos. Más que cubiertos eran auténticas piezas de joyería elaboradas por los mejores artesanos de la época. Se usaban en la medicina, las ceremonias o la alimentación. Las  más ricas y preciadas, a veces decoradas con piedras preciosas, se utilizaban en los oficios religiosos de los templos para aplicar cosméticos a las estatuas de las divinidades o a los reyes y faraones. Convertida en objeto sagrado, la cuchara formaba, a veces, parte del ajuar funerario de monarcas y altos dignatarios.
Durante mucho tiempo fue una herramienta y no un cubierto. La dieta, que seguía siendo la misma (a base de proteínas acompañadas de tortas hechas con cereales), podía comerse con la mano. En la Grecia clásica seguían haciendo cucharas de oro, plata, bronce y hueso para rituales y ceremonias, pero por fin, en el siglo III a.C,. llegaron al ámbito doméstico de las clases altas de las ciudades helenísticas. Los patricios romanos heredaron este hábito y comían con cucharas de varios tipos: la pequeña de mango puntiagudo o cochlear (cuyo nombre deriva de la palabra cochleare, empleada para definir la medida de capacidad de apenas un centilitro o cuarto de cyathus), que servía para vaciar y recoger huevos, mariscos y caracoles; la ligula, algo mayor, para tomar sopas y purés; y la trulla, una especie de cazo, con capacidad de un decilitro, que servía para trasvasar líquidos.
Cuchara de plata, Grecia, s IV aC, período helenístico
En el Imperio Romano de Oriente o Imperio Bizantino, que se prolongó hasta el final de la Edad Media, continuaron empleando los mismos modelos de cuchara que en la Roma Clásica. En las mesas de los potentados de Constantinopla las usaban de plata repujada, con adornos zoomorfos o inscripciones nieladas. A partir del siglo XIV el utensilio se asentó entre los objetos litúrgicos de la iglesia bizantina para ofrecer a los fieles el vino en la comunión.
La cuchara nunca perdió protagonismo. En Al-Ándalus, con su dieta de pucheros y espesas sopas de harina o sémola, más o menos condicionadas con carne picada y legumbres, usaban cuchara de palo; también en los reinos cristianos del norte de la península ibérica donde, para nombrarla, utilizaban el término latino cochlear o sus formas corrompidas culiare (León, siglo X) o cugare y cuchare, en la Castilla de los siglos XI y XII.
Desde el principio los eruditos europeos medievales le prestaron atención. Se escribieron las primeras normas en latín sobre el comportamiento en la mesa y, a partir del 1250, también en lenguas autóctonas. Las buenas costumbres aconsejaban servirse de la cuchara para tomar las sopas y purés y no beberlos directamente de la sopera o la escudilla, costumbre que pronto se extendió a otras clases sociales. Pero aún así, se usaban poco. Cada cual prefería tomar la pieza de carne que le apetecía de la fuente y mojar en la salsera común para después llevarla a la boca con los dedos. Sólo la Iglesia y los Reyes medievales usaban cucharas de oro con elementos decorativos de plata, cristal o coral, bastante redondeadas, casi planas y muy grandes: los comensales tenían que abrir mucho la boca. A comienzos del siglo XIV se restableció la forma romana, ovalada y definitiva.
Cuchara india en forma de flor de loto. Jade, c. 1650, 
En el Renacimiento se popularizó el uso de los cubiertos personales como medida de higiene y prevención. Los estuches de cubiertos, que en Italia se conocían como cadenas (catene),  podían contener sólo cuchillo, cuchillo y tenedor o cuchillo, tenedor y cuchara. Comer siempre era peligroso, cualquier cubierto podía estar envenenado o contaminado, y la medida no terminaba de ser útil o segura. Para evitarlo, desde finales del 1600 fue costumbre cambiar de cuchara con cada plato nuevo. Fue así como nació el la cuchara de gran tamaño, el cucharón, con la única misión de servir la sopa o las salsas de la fuente en los platos. Desde entonces las normas dictan que hay que servirse con los cubiertos de la bandeja o fuente y no con los propios, y que mojar pan en las salsas o tomarlas directamente de la salsera con la propia cuchara es rural, grosero y agresivo. 
Hacia 1720 en las mesas de los poderosos ya era imprescindible que cada comensal tuviera su propio cubierto completo, consistente en plato, copa, servilleta, cuchara, cuchillo y tenedor. A este servicio mínimo se sumaban los diversos instrumentos de servir, a cargo del anfitrión. Conocer el uso de cada uno se convirtió en un divertido juego de sofisticación, que alcanzó su clímax con la implantación del servicio a la rusa a principios del XIX. Ya no bastaba con emplear la cuchara, el tenedor y el cuchillo, cada alimento requería un cubierto distinto; no sólo cambiaban los platos entre servicio y servicio, también los cubiertos correspondientes, tanto si habían sido usados como si no. Surgieron entonces todo tipo de cucharas, cucharillas, cucharitas y cuchadores. Aumentó el número de piezas, pero la colocación en la mesa siguió siendo la misma que en la Edad Media: cucharas y cuchillos (ya fueran de pescado o de carne) a la derecha y tenedores de todo tipo a la izquierda, dispuestos todos de fuera hacia dentro, siguiendo el orden de los platos.
La humilde y bondadosa cuchara no ha perdido nunca el contacto con el ser humano, ha estado siempre ahí, atenta y dispuesta, preparada para ayudar. Es el primer regalo que recibe un recién nacido nada más llegar al mundo, incluso aparece citada como argumento en la teología agustiniana: cuentan que un día San Agustín vio a un niño tratando de vaciar el mar a cucharadas. Cuando el santo trató de explicarle lo imposible de su tarea, el tozudo rapaz respondió que más difícil sería que él llegara a entender la esencia de Dios.




7 comentarios:

  1. Gracias otra vez... :)
    La cuchara, en efecto, es "humilde y bondadosa". Siempre la vi de esa manera...
    Lo he leído de un tirón, y releído... veo que aún seguimos con la costumbre del siglo XVIII, cada comensal su cubierto. Las modas no parecen afectar a la mesa (como no sea por los platos cuadrados... ) y tus artículos siguen siendo una delicia.
    Gracias otra vez por este maravilloso mini-monográfico... :)

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  2. La diferencia está en que en el XVIII todavía llevaban sus propios cubiertos y en el XIX éstos aparecían dispuestos en la mesa, a los lados del plato, como ahora. Besos.

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  3. Me ha encantado. ¡Qué interesante artículo! Cierto es que la cuchara es el cubierto más bondadoso, como todo aquello que tiene forma oronda y abombada levanta más simpatías. Un beso Almudena.

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  4. Qué buen artículo otra vez! Tan completo e instructivo como siempre además de bello y bien escrito. Gracias por regalarnos tanta cultura!! Por cierto qué cucharas tan bonitas. La egipcia es increíble. Un beso grande.

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  5. Bien curioso.
    Lo he compartido en la fa page de fb, Gastronomía Flamenco Punk.
    ¡Gracias!

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  6. Gracias a todos por los comentarios. Y a Gastronomía Punk por compartir.

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